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| Las entrañas de Rioja | La bodega centenaria

Santo y seña

La fuerza del clasicismo ha convertido a López de Heredia en un referente de los grandes vinos de Rioja.

Una de las singulares naves de la bodega López de Heredia repleta de barricas de roble americano apiladas a cinco y que conserva el espíritu de su fundación, en el último tercio del siglo XIX. / FERNANDO DíAZ.

Textos: C. Somalo

Es inconfundible. Tiene el sello clásico del Rioja. Es emblemática. Una de las pocas centenarias que sigue en manos de la misma familia. Está ubicada en el barrio de Las Bodegas de Haro. Y Pedro, don Pedro, es hoy, como lo fue su padre y su abuelo y fundador, el patriarca, el gran patriarca de la casa, la historia viva del Rioja. ¿Qué más se puede pedir?

Bodegas López de Heredia permanece fiel a sus orígenes. A fuerza de cultivar con mimo el clasicismo ha remarcado su singularidad. Ha resistido el tiempo y las tentaciones fáciles. Ha sobrevivido a momentos difíciles y a modas. Y con los años ha sabido ganarse el respeto, mantenerlo y acrecentarlo por un trabajo honesto e íntegro.

Santo y seña del Rioja, del sabor, de la elegancia y de la finura de los grandes clásicos, de los que siempre vuelven porque nunca pasan, y pioneros, junto a Murrieta, de los blancos de crianza, las venerables joyas convertidas en reliquias.

El valor de siempre, la tradición como sistema, el orgullo, la satisfacción y la justicia con los ancestros son las señas de una identidad, y diferenciación, de López de Heredia.

El tiempo no es nada. Es parte de la Historia. Lo dice y lo reconoce María José, una de las hijas de Pedro López de Heredia y bisnieta del fundador, con veneración, con profundo respeto y con admiración. Años atrás se lo habíamos oído a su padre y a su abuelo.

Piedra a piedra
La bodega está diseñada desde su origen allá por 1877 hasta en su más mínimos detalles. La obra inacabada de un perfeccionista puede continuar, continuará y seguirá si todo sigue igual y en ello están ahora sus bisnietos. Y nadie lo duda. También los viñedos.

Lo hecho se ha levantado desde entonces, y todos, padre, abuelo..., han ido sumando piedra a piedra a lo que dejó un visionario modernista como don Rafael López de Heredia. Aquí la armonía no es una cuestión puramente estética porque toda la conjunción se ha trabajado siempre en piedra y madera y a la sombra del Ebro, en sus meandros que separan la bodega de algunos de los viñedos más emblemáticos que dan nombre a sus finos.

López de Heredia es el altar que aglutina al misticismo. Barrica de roble americano y larguísimas crianzas en madera, ajenas a la categorización tradicional de la crianza.
Cada detalle tiene su historia, es original, funciona, es útil. Desde las marcas, etiquetas, las cubas, la tonelería y sus artesanos... Hasta la flora microbacteriana es tan singular que algunos recurren a ella y se olvidan después de la procedencia. Ahora ya no volverá a suceder. No importa compartir, como dice María José, sino reconocer su origen.

López de Heredia no entró nunca en el debate de la modernidad ni de la confrontación. «¿Por qué se empeñan en confrontar lo clásico con lo moderno, los vinos finos con los de grado, cuerpo y capa? Hay vinos para cada momento». María José no entra en el dilema ni en las descalificaciones. Busca una botella en el ‘cementerio’ donde su padre atesora y controla las reliquias de la casa. Y abre un Bosconia de 1947. ¡Cuantos tópicos modernistas caerían por tierra sin pronunciar una palabra! Su padre peleó a brazo partido para poder seguir utilizando el calificativo de ‘fino’ en las etiquetas de sus vinos. Como lo hizo siempre. Le obligaron a quitarlo.
La respuesta vino resuelta por «silencio administrativo» diez años después. Pedro se quedó solo, como en la guerra por sus blancos, que ahora redescubren algunos enófilos de revista.


     LA HISTORIA CONTINÚA
María José López de Heredia
María José López de Heredia en el ‘cementerio’ junto a los vinos preparados para la cata. / F. D.

María José López de Heredia, junto a sus hermanos Mercedes y Julio César, integran la saga familiar que ha recogido el testigo de su padre. Una mujer de carácter, como la sangre que corre por sus venas. Un torrente de sabiduría enológica y poco amiga de los tópicos. El relevo ha tomado las riendas y la bodega recupera la vieja tradición modernista de su fundador, con grandes proyectos para continuar la obra prevista por Rafael López de Heredia..