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| Literatura |
El Quijote y el vino |
Vid
cervantina
El
vino es un referente constante en la obra maestra de Cervantes. |
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Imagen
del caballero de la Triste Figura, en la bodega riojana
López de Heredia. / FERNANDO DÍAZ |
LA
AFICIÓN DE SANCHO
Cervantes
aprovecha el gusto de Sancho Panza por el vino para
poner en boca de Don Quijote una recomendación:
«Sé templado en el beber, considerando
que el vino demasiado, ni guarda secreto ni cumple palabra».
Sancho alardea de su gusto y conocimiento del vino.
Sucede en el capítulo XIII cuando coincide con
otro escudero que le ofrece de su bota. Sancho reconoce
en él un caldo de Ciudad Real. El escudero de
Don Quijote explica que ese conocimiento lo ha heredado
de dos antepasados: «Diéronles a los dos
a probar del vino de una cuba, pidiéndoles su
parecer del estado, cualidad, bondad o malicia del vino...
El primero dijo que aquel vino sabía a hierro,
el segundo dijo que más sabía a cordobán.
El dueño dijo que la cuba estaba limpia, y que
el tal vino no tenía adobo alguno por donde hubiese
tomado sabor de hierro ni de cordobán.... Anduvo
el tiempo, vendióse el vino, y al limpiar de
la cuba hallaron en ella una llave pequeña, pendiente
de una correa de cordobán». |
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Museo
de Don Quijote en la localidad de Esquivias / L.R. |
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Interior
del Museo. /L.R. |
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Molinos
de viento en Campo de Criptana. /L.R. |
Textos: César Álvarez
Siglos después de que Gonzalo de Berceo loara
el vino en el primer poema en lengua castellana y de que
el Arcipreste de Hita hablara en su Libro del Buen Amor
de los peligros de su consumo desmedido, el género
novelesco de caballería también lo mantenía
como una referencia.
Así, las alusiones al vino en la más universal
de las obras literarias en lengua española –Don
Quijote de la Mancha– son constantes. Miguel de Cervantes
hizo que su ingenioso hidalgo viviera sus más delirantes
aventuras en La Mancha. A lo largo de su recorrido va ofreciendo
algunas de las señas de identidad de la región
como son su gastronomía (hace referencia a la olla,
morteruelos, gazpachos de pastor...), sus elementos más
característicos (los molinos) o sus vinos.
Don Quijote protagoniza en el capítulo XXXV uno de
los pasajes más conocidos de la novela. En ese episodio,
el caballero andante libra una lucha –fruto de sus
alucinaciones– con los cueros llenos de vino
que tenía almacenados el posadero de la venta donde
yacía convaleciente de sus delirios.
El Bálsamo de Fierabrás, con el que Don Quijote
sana milagrosamente después de ser ‘apaleado’
por el moro encantado mientras dormía (capítulo
XVIII), también hace referencia al caldo de vid como
uno de sus ingredientes de la pócima milagrosa junto
al aceite, sal y romero.
Sin embargo, el caballero de la Triste Figura no aparece
en ningún momento como consumidor de vino porque
no era propio de caballeros andantes. No obstante, la figura
de Sancho Panza sí que aparece mucho más apegada
al gusto por el comer y el beber. De hecho, Don Quijote
enviste contra los molinos de viento mientras Sancho caminaba
«muy despacio sobre su jumento, y de cuando en cuando
empinaba la bota con tanto gusto que le pudiera envidiar
el más regalado bodegonero de Málaga»
y en un pasaje posterior, cuando Don Quijote y Sancho se
encuentran con los cabreros, relata Cervantes como «Sancho
callaba y comía bellotas, y visitaba muy a menudo
el segundo zaque (odre pequeño) que, porque se enfriase
el vino, le tenía colgado de un alcornoque».
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El ingenioso hidalgo recorre,
a lo largo de la
novela, amplias zonas vitivinícolas de La Mancha.
Cervantes
descubrió en la submeseta sur el escenario idóneo
para las delirantes aventuras de Don Quijote y Sancho. El
escritor llevó a sus dos personajes a recorrer La
Mancha, la zona de España que acoge la mayor extensión
de vides (casi la mitad de las cepas plantadas en nuestro
país se encuentran allí). Es por ello, que
la ruta que describe Don Quijote es también un recorrido
enoturístico rico en variedades y que el Gobierno
de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha ha tratado
de promocionar en los últimos años.
La zona comprende nada menos que el 45% del total nacional,
aunque su volumen de producción queda muy lejos de
ese porcentaje –se reduce a un tercio del vino elaborado
en España– por tratarse de unas viñas
con una muy baja productividad, que no alcanza los 25 hectolitros
por hectárea. Genéricamente los vinos manchegos
más tradicionales, aquellos que alegraron el espíritu
del mundano Sancho Panza, eran caldos de color fuerte, con
mucho cuerpo, afrutados y con una notable graduación
alcohólica. Son caracteres que no difieren mucho
de los que presentan actualmente.
De todas las zonas vinícolas recorridas por el caballero
andante y su fiel escudero, la principal es la acogida a
la Denominación de Origen La Mancha. Es la más
grande de España (30.700 kilómetros cuadrados)
y comprende parte de las provincias de Albacete, Ciudad
Real, Cuenca y Toledo. Su producción –muy grande–
se orienta principalmente al vino tinto elaborado con las
variedades cabernet sauvignon, cencibel, garnacha, merlot
y moravia, en detrimento de las blancas que le caracterizaron
en otra época. De esta denominación, como
una excisión, surgió en 2004, la DO Manchuela.
Valdepeñas, en el centro de la provincia de Ciudad
Real, es otra de las denominaciones de origen de la zona
más características. Cuenta con mucha historia,
mucho vino y con un gran porcentaje dedicado a la exportación
a bajo precio porque su imagen está muy por debajo
de su calidad. Prácticamente apoya su producción
(unas 30.000 hectáreas) en las mismas variedades
tintas que La Mancha, pero sobre la tierra de esta denominación
–situada a 750 metros de altitud– ofrecen al
vino unos matices diferentes.
Entre las denominaciones más clásicas de la
zona (en este caso en Murcia) se encuentra también
la de Jumilla que ya mantiene notables diferencias con las
dos anteriores por encontrarse mucho más cerca de
las tierras influidas por la costa mediterránea.
La principal variedad es la monastrell con un 80% del viñedo
y desde donde nacen tintos, rosados, blancos, dulces y vinos
de licor y el conocido jumilla monastrell.
Pero la ruta descrita por Don Quijote a lo largo de la novela
no sólo comprende las grandes denominaciones de la
región manchega y aledañas. Los dos voluminosos
tomos de la obra literaria pasan también por otras
regiones vinícolas de menor importancia o con denominaciones
más jóvenes. Es el caso de la Denominación
de Origen Dominio de Valdepusa, reconocida como tal en 2003
y ubicada geográficamente en el norte de la Comunidad
manchega, a 50 kilómetros de Toledo, en un pago del
Marqués de Griñón, Carlos Falcó.
La DO Mondéjar de la provincia de Guadalajara también
forma parte, desde 1997, de esta categoría de caldos
únicos vinculados a la tierra.
Una extensión de 3.600 hectáreas son las que
ocupa la DO Méntrida (al este de Madrid y al noroeste
de la provincia de Toledo) donde la mayor parte de su viñedo
se dedica al cultivo de garnacha.
La DO Ribera del Júcar, ubicada en la orilla del
río homónimo, en un llano pedregoso y arcilloso
donde se cultivan más de nueve mil hectáreas
de viñedos que pueden optar a esta denominación
a la de La Mancha.
Al sudeste de la provincia de Albacete se encuentra la DO
de Almansa, con 7.600 hectáreas de viñedos
plantados principalmente con variedades tintas. |
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